jueves, 31 de julio de 2008

Humillación y venganza


El chiquillo se puso las únicas zapatillas puma que tenía (su mamá se las había comprado por navidad como premio a sus buenas notas en el colegio), cogió su skate y salió disparado hacia sus clases de tae-kwon-do.

UNO
Una vez en la calle, montó su destartalada madera con ruedas y patinó como un loco las diez cuadras que separaban su casa de la academia, ubicada en la zona más pituca de la ciudad, y cuando al fin llegó sudoroso, observó como los demás chiquillos de su clase bajaban relajados de los finos autos de sus padres, la mayoría de ellos provenían de familias adineradas, vivían en barrios residenciales bonitos y estudiaban en colegios exclusivos.

Los primeros quince minutos eran de calentamiento, los segundos quince minutos eran para ensayar los nuevos golpes, y la última media hora era para practicar en parejas todo lo que se había aprendido hasta el momento. Debido a ello a mí siempre me tocaba practicar con un muchacho rubio de mi misma edad cuyo nombre era Dulio.

Dulio tenía una hermana gemela que también estaba en nuestra clase, una niña pecosa y ligeramente obesa, a quien Dulio botaba cada vez que se acercaba al lugar donde estábamos nosotros, la protegía mucho.

Nos hicimos muy amigos con Dulio, nos gustaban las mismas bandas de rock y a los dos nos fascinaba andar todo el día en Skate (él tenía un “Vision” nuevecito con lija transparente y yo un viejo (pero guerrero) “Santa Cruz” de lija negra).

Un día en los casilleros, mientras nos cambiábamos la ropa para irnos a nuestras casas Dulio me dijo:

- ¿Qué te parece si cambiamos de tabas?
- ¿En serio? –Dije un poco incrédulo, primero porque nunca antes nadie me había propuesto tal cosa, y segundo porque las zapatillas que tenia puestas Dulio eran unas Converse (caña alta, blancas con azul) que eran las que mas me gustaban del montón de zapatillas que él tenía-
- Claro pues, es en serio, habla, ¿quieres o no?...
- ¡Ya pues! –Contesté, sin poder ocultar mi alegría-

Aquella noche antes de acostarme, saqué los pasadores de las zapatillas y los lavé con esmero, luego limpié el cuero con una gasa mojada en agua y jabón. Al día siguiente por la mañana sonriente me dirigí al colegio, pensando en lo que dirían mis compañeros de clase cuando me vieran llegar al colegio luciendo esas zapatillas importadas tan bonitas.

---- o ----

Cuatro días después atravesé la puerta del Dojo buscando a Dulio con la mirada, estaba un poco preocupado porque mi mamá se había enojado cuando se dio cuenta que había cambiado mis zapatillas con las de otro chiquillo. Cuando al fin lo ubiqué (estaba sentado en una esquina conversando con un chiquillo nuevo, que se llamaba Franco y que estudiaba en el mismo colegio que él) le pregunté por mis zapatillas y me dijo que las había dejado en el casillero, así que iba a tener que esperar el fin de la clase para realizar el cambio. La verdad, durante esos días yo había extrañado mucho a mis fieles “puma”, así que fuera de los reclamos de mi madre, yo también las quería recuperar con prontitud.

Al finalizar la clase y ya en el vestuario, saqué de mi mochila las zapatillas de Dulio y se las entregué (por consideración, antes de salir de mi casa las había limpiado un poco), él ni siquiera las miró, seguía conversando entusiasmadamente con Franco de un juego de video que yo nunca había jugado en mi vida. Casi sin mirarme sacó mis zapatillas de su mochila y me las devolvió, cuando quise ponérmelas noté que la zapatilla derecha tenía un raspón horrible en la parte frontal y otro aun peor en la parte lateral, era evidente que Dulio había usado mis zapatillas (las únicas bonitas que tenía, aquellas que con tanto sacrificio mi madre compró) para montar Skate… “¿Qué pasa chochera?”, me dijo Dulio al verme callado, “Nada, no pasa nada…”…

Regresé a mi casa caminando, no tuve ganas de subirme al Skate. Me fui pensando en como haría para disimular los raspones en las zapatillas, y también en lo que nos había dicho el profesor antes de despedirnos: “La próxima semana es el examen para cambiar de cinturón, así que si quieren decirle a sus padres que vengan, por favor les avisan…”.

--- o ---

Cuando llegó el día del examen nadie vino a verme, mi mamá no pudo venir porque (por mas que rogó) no consiguió que le dieran permiso en el trabajo, mis hermanos no podían porque iban al colegio en el turno tarde, y mi papá cuando le dije que era mi examen de “cambio de cinturón” bajó la mirada, me miró con cara de extrañeza y me dijo “¿Qué?”, a continuación sin hacerme ningún caso me dio un billete sucio y me mandó a comprar dos botellas de cerveza a la tienda de la esquina.

Estaba sentado en una banca, viendo como llegaban los papás y mamás de mis compañeros de clase, el papá que más curiosidad me despertó fue un señor colorado y enorme, que lucia un terno impecable y que ingresó al Dojo mirando a todos con cara de malo, “Ese es mi papá” me dijo Dulio al oído.

Previas palabras del profesor, las parejas fueron saliendo en orden, una por una, al centro del Dojo, el examen era sencillo, tan solo era demostrar todo lo aprendido en una pelea de exhibición con la pareja, a mi obviamente me tocaba luchar contra Dulio, no había problema, lo habíamos hecho un montón de veces.

Cuando nos tocó nuestro turno el profesor dijo nuestros nombres y nos llamó al centro del Dojo, desde mi lugar pude ver al papá de Dulio sacándose un conejo del cuello, al parecer estaba un poco nervioso, no entiendo porqué. Pero lo que más sorpresa me causó fue ver la cara de Dulio, estaba muy extraño, me miraba con cólera desde su sitio, el tronco erguido, las piernas firmes ligeramente separadas, los puños muy tensos, nunca lo había visto así.

Cuando el profesor dio la orden de comenzar Dulio se me vino encima. Olvidándose por completo que se trataba de una pelea de exhibición comenzó a patearme y a golpearme de verdad, me había agarrado frío y yo solamente atiné a cubrirme, aun así logró colocarme un par de patadas en las costillas y uno que otro golpe en el rostro. Desconcertado comencé a retroceder para evitar la andanada de golpes que Dulio me propinaba, y fue así que por retroceder sin mirar, tropecé con la pierna de unos de los otros chiquillos y me caí.

Nunca podré olvidar la carcajada general que recorrió todo el Dojo, el rostro consternado de algunas madres, la sonrisa orgullosa del padre de Dulio mirando a su hijo, la cobarde mirada complaciente del profesor…… pero el recuerdo que mas claro tengo en la mente… es el inmenso dolor que sentí por dentro cuando vi la cara de burla con la que me miraba Dulio…

DOS
A la semana siguiente asistí a la última clase de tae-kwon-do de mi vida. Le había dicho a mi mamá que no me gustaba y que mejor invirtiera el dinero en otra cosa, mi mamá me miró a los ojos sin creerme del todo pero respetó mi decisión, no me preguntó nada más.

Estaba sentado en la banca solo, esperando mi turno para las prácticas en pareja, cuando de pronto sucedió lo esperado. Ana, la hermana de Dulio nunca tenía con quien practicar (no había en la clase ninguna niña de su edad), por lo que siempre el profesor animaba a cualquiera de nosotros a practicar voluntariamente con ella. Aquella noche no tuvo que obligar a nadie, yo mismo me ofrecí y caminé hacia el centro del Dojo, ante las risas de todos los compañeros y la mirada atenta de Dulio.

Cuando el profesor dio la señal empezó todo… utilizando el robusto cuerpo de la hermana de mi mejor amigo, hice gala de mis mejores patadas, las hice en giro (que eran las que mejor me salían), las hice con salto, y las hice doble en el aire, todas sin excepción dejaban huella en la pobre Ana, quien solo atinaba a cubrirse y a retroceder, era una magistral exhibición de mis mejores golpes, de todo lo bueno (y lo malo) que había aprendido en ese Dojo, aquello que nadie me dejó demostrar el día de la ceremonia de cambio de cinturón. Como era obvio que algo raro pasaba conmigo, el profesor intentó detener la pelea varias veces pero yo no le hice caso, lo único que quería en ese momento era hacer realidad aquello que había pensado durante todo ese horrible fin de semana y lo logré con creces: Ana tropezó y cayó al piso.

Desde su lugar Dulio miraba la escena horrorizado, y no tuvo que esperar a que el profesor lo convocara al centro (que era lo que yo había previsto que haría), para pararse y embestirme como un toro rojo, tal cual lo había hecho la ultima vez, solo que ahora, yo ya lo estaba esperando…

Lo recibí con un puñete directo al rostro para frenarlo en seco, luego hice lo mismo que hacía cada vez que me peleaba en mi barrio o en el colegio, una vez atontado por el golpe, lo tomé de ambas piernas y lo alcé en peso, Dulio cayó aparatosamente al suelo de cabeza y cuando lo tuve a mi alcance lo pateé en la cara tres veces… El profesor (esta vez si) reaccionó ágilmente para cogerme fuertemente de los hombros, tuvo que hacer un gran esfuerzo para inmovilizarme porque yo estaba fuera de mi, Dulio seguía en el piso y no reaccionaba, el profesor comenzó a arrastrarme hacia fuera del Dojo, yo me resistía con todas mis fuerzas (… porque faltaba algo…), y luego de algunos segundos, cuando pensé que ya no sucedería, Dulio alzó el rostro al fin…........... Y entonces pude mirarlo… con toda la furia que encerraba mi corazón lacerado…...

FIN

Leer más...
martes, 15 de julio de 2008

Playgo


Cuando era niño me la pasaba jugando playgo todo el día. Mi cómplice en estas lides era mi mejor amigo de todos los tiempos: el buen Manolo. Todos los días, muy temprano, se sentía la débil tocada de mi amigo en la puerta “Toc toc..”.

“Ya llegó el Manolito”, decía mi madre con una sonrisa, e interrumpía su sesión de maquillaje frente al espejo para ir a abrirle la puerta. “Buenos días señora, ¿está José?..” decía Manolo respetuosamente, llevaba pantalones cortos, las rodillas sucias y un balde de playgo en su mano derecha. “Si está hijito, pasa” decía mi madre, riéndose un poquito porque Manolo le hacía la misma pregunta todos los días: “¿Está José?” (¿En donde más podría estar un niño de siete años a las ocho de la mañana?). Por lo general cuando Manolo llegaba a mi casa yo me encontraba recién desayunando “¿Tu ya desayunaste Manolito?” le preguntaba mi Mamá, “Si señora, ya desayuné” respondía él todo serio, luego se sentaba en la mesa, colocaba su balde de playgo encima y al fin me hablaba “¿Hay que jugar?”. Algunos minutos después, ambos estábamos sentados frente a frente con las fichas divididas en dos montoncitos iguales, uno para él y otro para mí.

Jugábamos a muchas cosas, pero la que mas recuerdo era una especie de parodia que hacíamos con unos personajes que nosotros mismos creamos y construimos. Uno de ellos era “Fonzi”, que estaba basado en el personaje de la popular serie (por aquellas épocas) “Días felices”, un tipo rudo de larga cabellera azabache que siempre estaba rodeado de chicas. La otra era “Vivi”, una chica rubia y bonita por la que todos los personajes masculinos del barrio morían de amor. El tercer personaje era una genialidad creada por Manolo, se llamaba “Volteado” y era el archienemigo natural de Fonzi, un tipo negro, feo, y encima chueco que vivía en “otro barrio” y que siempre llegaba dispuesto a dar problemas.

Por lo general siempre jugábamos a lo mismo: Volteado llegaba de improviso al barrio de Fonzi y armaba la bronca por cualquier cosa solamente para llamar la atención de la buena Vivi, de quien estaba perdidamente enamorado.

Y es así que Fonzi y Volteado se pateaban en espectaculares partidos de fútbol, se retaban a bailar breakdance en los tonos, se agarraban a duelo de tacles, corrían el uno contra el otro en mortíferos piques, o simplemente se agarraban a combazos frente a todos. Obviamente en este juego, el que ganaba las peleas y el que terminaba siempre quedándose con Vivi era Fonzi, pero a veces, solo a veces (y estos episodios “sorpresivos” eran los mejores), era Volteado quien se hacia de la victoria, y lograba al final, un besito lastimero de la buena Vivi. Como era yo quien había inventado al personaje, yo interpretaba a Fonzi, le hacia hablar, le daba vida a sus movimientos, trataba siempre por todos los medios de rodearlo siempre de cosas chéveres: casas con piscina, autos modernos, ropa cara y bonita… (Ahora que lo pienso, tal vez Fonzi era el personaje que yo soñaba ser de pequeño, un hombre guapo, interesante, exitoso, y por su puesto con mucho dinero… aunque ahora que me doy cuenta, nunca, ni Manolo ni yo, le inventamos un empleo, pero de haberlo hecho, estoy seguro, segurísimo, que no sería el de aburrido “analista de sistemas”…)

Manolo en cambio, se sentía contento interpretando a Volteado, un villano simpático que se ganaba siempre el cariño del público. A diferencia mía con Fonzi, Manolo construía los accesorios de Volteado sin poner ningún énfasis en la estética, pasando totalmente por alto teorías básicas como la simetría ó la combinación adecuada de los colores, a Manolín parecía llegarle al “chopin” todo eso, lo único que él quería era terminar sus cosas rápido…

Y así jugábamos todo el día metidos en mi casa, haciéndonos negar cuando otros amiguitos de la cuadra nos venían a buscar para jugar pelota. A mi me gustaba mucho el fútbol, no es por vanagloriarme, pero yo jugaba en el mejor equipo de fútbol de todo el barrio “Los Tigres FBC”, con quienes campeonabamos todos los años, pero debo confesar que vivir una 2da vida a través de Fonzi y los demás personajes del playgo me gustaba más, creo que siempre, desde pequeño, me gustó mucho fantasear con personajes interesantes diferentes a mi.

Siempre que mi papá llegaba borracho a la casa y comenzaba a pelearse con mi mamá, Manolo y yo nos apresurábamos en bajar todas las fichas debajo de la mesa, y allí, ocultos tras el largo mantel, seguíamos dándole vida a nuestros personajes ficticios, caracterizando sus divertidas voces… tratando de ignorar, por todos los medios, los gritos, los insultos, todo lo feo que acontecía allá afuera…

--- o ---

Cuando mi bebé era pequeña me aburría jugar con ella, Camila hacía que le bajara todos los peluches de su repisa (¡que son un montón!) y me insistía que los hiciera hablar uno por uno y moverse como si fueran títeres, a ella le divertía mucho que yo imitara las voces de Barney, Tiger, y Winnie Pooh, sus muñecos favoritos de aquellas épocas.

Ahora con sus casi cuatro años, las cosas han cambiado para bien, mi hija ya está mas grandecita, y casualidades deliciosas de la vida: ¡Le encanta jugar al playgo!, así que ya me ven todos los sábados, sentado frente a mi hija, las fichas desperdigadas por toda la cama, construyendo animalitos y casitas y aviones y castillos y todo lo que a mi hija se le ocurra.

Fue recién la semana pasada que me atreví… cogí tres fichas del playgo de mi hija, y sintiendo muchísima nostalgia, construí (luego de muchísimos años) un “Fonzi”…

- ¿Que es eso Papito? –preguntó Camila-
- Es un muñequito… un muñequito con el que jugaba papá cuando era niño… se llama Fonzi… ¿Te gusta? –le pregunté algo emocionado-

Camila me miró a los ojos (he notado que ella se da cuenta cuando me emociono) y luego recién miró al muñeco…

- ¡Si me gusta!… ¿Y tu muñequito habla papá?
- ¡Pues claro que habla!
- ¡A ver!

Y fue entonces que Fonzi se presentó educadamente (como el caballero que siempre fue) ante mi señorita hija, su aspecto había cambiado en algo: su cabello que toda la vida había sido negro, era ahora verde (me voy a quejar con los señores de “Playgo” porque ya no hacen piezas delgaditas de color negro, no hay derecho oiga usted..) y su voz, antes fina y aguda, se había tornado un poco mas gruesa…

- ¡Y no sabes Camila…!
- ¿Qué cosa papá?
- ¡El muñequito Fonzi tiene su novia!

Siempre que juego con mi hija, le hablo así, de manera histriónica y exagerada para captar su atención…

- ¿Si?… ¿Y como se llama?
- ¡Se llama la muñequita Vivi!… ¿La quieres conocer?
- ¡Siiiiii….!

Y entonces comencé a buscar entre el montón de fichas, las piezas necesarias para construir el cabello de una “Vivi” (que son dos, una larga y delgadita, y otra de forma triangular (para su colita), ambas de color amarillo, porque recordemos que Vivi era rubia...), pero de pronto, no sé porqué extraño impulso, en vez de buscar piezas de color amarillo, mis ojos buscaron dos piezas verdes, y mis manos, en vez de construir una muñequita “Vivi” clásica, alta, rubia y espigada, terminaron construyendo una más pequeñita, un poco rechoncha, y de largo cabello verde…

- ¿Ella es la muñequita Vivi Papito?
- No mi amor…… ella es la muñequita Camila, ella es ahora, el único amor de Fonzi…

FIN.

PD: ¿Cuando nos visitas Manolín?, quiero que le enseñes a Camilita como construir a un “Volteado”…

Leer más...
domingo, 6 de julio de 2008

Chupando por un sueño


Desde que empezó la semana los rumores de un gran reto sucumbieron las paredes del reconstruido edificio de jirón Camaná (mi chamba). Y es que nadie, en aquel recinto de trabajo, se hubiese imaginado jamás, que alguien como Bruno Olortegui osara retar en un duelo de maestros cerveceros, al más grande beodo de toda el área… El buen Luquitas Almeida.
Durante toda la semana se habló del tema en la chamba, a veces en serio, otras veces en broma, lo cierto es que no faltó un solo día que Bruno no trabajara a la “boquilla” al buen Lucas,
“Y Luquitas, ya estarás entrenando ¿no?”
“¿Entrenar? ¿Para qué calichín?”
“El viernes te destrono Luquitas…”
“En la mesa del Bar se ve a los bravos”
“Pues allí estaremos tío…”
“¡Ayayay…!”

Esta ultima frase (“¡Ayayay!”) era el grito de guerra del buen Lucas, una frase que repitió durante toda la semana para saludar a Bruno “¡Ayayay Bruno!” decía todas las mañanas al entrar en la oficina, como lamentando el hecho de tener que maltratar a ese muchacho en batalla, a ese “calichín” (como él lo llamaba despectivamente), era su forma de advertir a Bruno lo que le esperaba el viernes, una forma resumida de decir: “Ayayay Bruno, no sabes en lo que te has metido”.
Cuando llegó el día viernes, las reglas habían sido puestas sobre la mesa, ambos podrían llevar hasta tres padrinos, y el duelo terminaría solamente si es que el otro se rendía, o se quedaba jato, o vomitaba, estas eran las reglas simples de la contienda.
Cuando llegó las cinco y media de la tarde los contrincantes estaban listos para partir “Ta’ mare Pepin ya empezó la tembladera”, me decía Lucas mostrándome como temblaba su mano. Yo ya había sido testigo de aquel suceso otros viernes: El cuerpo sediento de Lucas se manifestaba mediante pequeños temblores, rogándole a su amo que le proporcione algunos litros de alcohol tranquilizador. Desde su lugar Bruno miraba la mano temblorosa de Luquitas de reojo, quizás un poquito envidioso porque a él no le temblaba nada, ni siquiera una picazón, o al menos una ronchita… nada, aparentemente él era una persona normal, no un X-Men del trago como Luquitas.
Cuando llegaron las 6, la gente apagó sus pc's, y yo, para motivar a Bruno, coloqué en el winamp dos canciones que me parecieron lograrían estimular a mi compañero de módulo “The eye of the tiger” (la de rocky) y “Lose your self” (la de 8 mile, la película de eminem)…
“¿Vas a ir Pepe?” –Me preguntó Bruno
“No se cholo, tengo harta chamba. Si acabo rápido me doy un salto pes, ¿Dónde van a estar?”
“En la rockola supongo, oe anda pe’, no sé porqué pero creo que hoy lo cago a Luquitas weon…”
“Voy a hacer todo lo posible pes tío …”


Y Bruno abandonó el edificio rumbo a la rockola y yo me quedé preocupadísimo tratando de resolver unos problemas con un aplicativo, que aquella semana me había tratado peor que hembrita (o sea hasta las webas). Por más que miraba y miraba el código, por mas que depuraba y depuraba, no daba con la solución, “Definitivamente debí haber estudiado en Idat carajo, así seria un monstruo en computación y ya le habría dado solución a esta mierda”, pensaba, preocupado por los mails quejumbrosos de los usuarios, que ya empezaban a llegar a mi bandeja con copia a mi jefe…
Pero menos mal que no estaba solo, mis buenos amigos Marcelo y Manolo se quedaron para apoyarme, a ellos no les gusta chupar los viernes en la noche, noooooooo….., a ellos lo que les gusta es trabajar sin detenerse, amanecerse insomnes dandole al teclado. Hay gente que dice que una vez su jefe obligó a Manolo a retirarse a su casa, “Ya has trabajado mucho por hoy Manolo, anda a tu casa a descansar, anda a tu hogar con los tuyos”, Manolo accedió de mala gana, pero llegando a la esquina se escondió detrás de un quiosco y cuando estuvo seguro de que todos habían salido del edificio, regresó para continuar con su trabajo. Así es Manolo Ortega, un trabajador, un compañero, un amigo…. Y un adicto al trabajo sin remedio.

Recién a las 9 y media pude salir del trabajo, saqué mi celular del bolsillo y vi que habían 5 llamadas perdidas y 10 mensajes sin leer, todos contenían palabras soeces increpándome mi ausencia en aquella batalla campal, marqué el número de Bruno

“¿Donde estan tío?”
“Aquí pes tío…”

Era evidente que ya el alcohol habia empezado a hacer mella en el razonamiento de mi amigo…
“¿Donde es ‘aquí’ pes webon?”
“Ahhhhh…. No en la rockola, allí no estamos, estamos antes, te vas a dar cuenta por el par de C#%%&&$ que están en la puerta”
“Jaaaaaaa… Ya ok tio, allá estoy yendo”
“Cheere…”

Minutos después estaba sentado con todos, la batalla había empezado hacia unas 3 horas y ya se habían soplado más de una caja, ambos contrincantes lucían todavía enteros, aunque a Bruno ya se le habían puesto rojos los ojos. Traté de ponerme al día rápidamente, sirviéndome trago como si fuera mi santo, los demás estimulaban a los contrincantes, les hacían bromas, les palmeaban la espalda, los animaban a seguir con su duelo se “seco y volteado”…

“Ya ves Luquitas, te dije que te iba a parar el macho ¿si o no?” –Decía Bruno, golpeando fuertemente la base del vaso contra la mesa
“Jaaaaaaa…. Aun el duelo no termina Calichin” –Decía Luquitas, invitando a su oponente a servirse otro vaso cepillado...

Si tengo que ser justo con esto, debo decir que Luquitas en los seco y volteados demostraba una mayor destreza, el líquido amarillento y espumoso de la cerveza, desaparecía de su vaso en milésimas de segundos, a veces incluso, yo temía que el mismísimo vaso terminara desapareciendo dentro de esa garganta prodigiosa de Luquitas.
El buen Bruno en cambio, se demoraba un poquito, hacia algunas “paradinhas” antes de beberse todo. Cuando esto pasaba Luquitas se reía burlón, como evidenciando su superioridad chelera ante su rival, por ratos se ponía de pie y sin que nadie se lo pidiera hacia un cuatro con sus piernas, todos le celebrábamos sus ocurrencias, definitivamente Luquitas era un luchador con amplia experiencia en estas lides, sabía como guapear y desmoralizar a su contrincante. “Pero te estoy haciendo el parche, ¿si o no Luquitas?”, decía Bruno desde su sitio, y Lucas lo miraba y se reía, pero yo que estaba sentado a su lado, podía divisar algunos síntomas en el buen Luquitas, que podrían significar que Bruno pudiera tener algo de oportunidad en esta batalla.
Lucas empezó a lanzar ligeras cabeceadas, iba y venia mucho del baño, se le notaba cansado, ya eran las 11 de la noche, habían estado tomando por casi 5 horas, y ya tanto “seco y volteado” comenzaba a hacer estragos en el cuerpo del campeón.
Minutos después sucedió lo increíble, Luquitas había cerrado los ojos lentamente y se habia dejado seducir por los brazos de Morfeo, se había quedado jato por un ratito, pensando que nadie lo notaría, al instante la gente en la esquina de Bruno aprovechó para aconsejarle un par de retos más, Luquitas se veía muy desmejorado, Luquitas no aceptaría y el duelo sería ganado por abandono, “Pero es que yo tampoco ya no puedo más pes webon”, decía el pobre Bruno, “Vamos webón, un par más nomás, ¡ánimos!”, lo empilaba el buen Shipi, y es así que Bruno empezó a servir dos vasos completamente llenos de cerveza, yo de solo verlos me emborrachaba, no entendía como dos cuerpos humanos podían soportar tanto alcohol sin sucumbir, los admiraba en secreto, yo nunca podría igualar tamaña hazaña, yo era un bebedor amateur, un alfeñique, un vulgar “pollo”…
“Habla Luquitas, ¿Un ultimo seco y volteado?” -dijo Bruno bajito, no muy convencido, pero Luquitas no contestaba, tenia los ojos cerrados, ¡se había quedado jato!.
Bruno alzó sus manos, “¡Gané conchasumare, gané…!”, dijo y quiso ponerse de pie para celebrar con sus congéneres, pero su alegría duró muy poco, porque desde lo mas profundo del averno, desde la mas nigérrima oscuridad … se escuchó en la cantina el grito de “¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAGGUUUUUUAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!”…………….

Era Luquitas que resurgía de las cenizas cual ave fénix, empuñaba el vaso del reto y lo desaparecía en su garganta tal cual era su costumbre, lo malo fue que fue la última exhalación de su poder… su ultimo vaso de la noche, el ultimo gran golpe del campeón, acto seguido y ahora si, se quedaría profundamente dormido…
Y fue así que Bruno explotó de alegría, alzó los brazos, saltó, rió y hasta lloró un poquito, había destronado al histórico campeón con humildad y este era su momento de gloría… “Saleeeeee el campeoooooooooonnnnnnn………….. Saleeeeee el campeooooooooonnnnnnnn.………!!” … gritaba Bruno, gritaba War, gritaba Edgardo, gritaba Shipi, gritaba Beto, gritaba yo, gritábamos todos, y desde todos los rincones de la cantina nos miraban sorprendidos, nadie –excepto nosotros- se podría explicar que había sucedido aquella gran noche…

Leer más...