sábado, 17 de noviembre de 2012

La Primera Comunión de Polito

Nadie supo jamás como se llamaba pero todos le decían “Polito", era un chico con síndrome de down de aproximadamente diecinueve años de edad, era blancón, delgado y raro... muy raro. Se aparecía puntualmente todas las tardes en la misa de seis, vistiendo un pantalón viejo y ceñido, zapatos de tacón exageradamente altos y una trajinada cartera que sabe Dios en que basural habría encontrado. Y así, sospechosamente andrógeno, Polito hacia su ingreso en la parroquia del barrio haciendo sonar fuertemente sus tacos y saludando a todo el mundo con su mano en alto tipo reina de belleza.

Cualquiera podía notar que el padre Marcelo (un gallego mas conocido por su mal humor que por su voluntad pastoral) lo odiaba. Y es que Polito, para nada dispuesto a pasar desapercibido, gustaba de sentarse en primera fila y entonar en su media lengua y a viva voz, todas las canciones interpretadas por el coral de la iglesia. Era un espectáculo horroroso, un sonido cavernoso e infernal el que emanaba de la boca de Polito.

A veces el padre trataba de no hacerle caso y continuar con la misa, pero los gritos guturales, sin sentido y para nada acompasados de ese muchacho enfermo terminaban siempre sacándolo de quicio. Así que por lo general aquella escena terminaba cuando Polito (cogido de ambos brazos por dos señoras muy beatas y fuertes) era cordialmente conducido hacia la puerta de salida. Polito lejos de enojarse, se retiraba ganador y sonriente, atreviéndose incluso –para jolgorio de los presentes– a echarle uno que otro besito volado a algún joven simpaticón presente en la misa.

Tras seis meses de catecismo al fin había llegado el día de mi primera comunión, el cuerpo y la sangre de Cristo iban a alojarse en mí y todo se empequeñecía ante aquel prodigio. Un día antes junto a los demás niños que participaban de la catequesis nos habíamos confesado, y yo totalmente temeroso de que la hostia se cayera de mi boca (mi madre me había advertido que esto sucedía si no decía todos mis pecados) le había confesado al padre Marcelo el acto de violación vergonzoso al cual yo sometía diariamente a mi póster de Giovanna Vélez , el cual tendía arrugadísimo sobre la cama y contra el cual me frotaba frenéticamente para proporcionarme algunos momentos solitarios de placer.

Nada podía salir mal ese domingo sagrado en el cual yo totalmente vestido de blanco, con mi velita en la mano y con una cara de cojudo impresionante, hice mi ingreso en la casa del Señor. Mi familia entera, endomingada y reluciente, se había apersonado al templo desde muy temprano para conseguir los mejores lugares y desde allí, cada uno en su particular manera, acompañarme en aquel momento tan importante de mi vida.

Y fue así que, con la milenaria cámara familiar en una mano, mi madre trataba de tomarme las mejores fotografías, mientras que con la otra y de un solo codazo, despertaba bruscamente a mi padre, el cual, adoptó inmediatamente la posición de Somos Libres. Por otro lado mi hermana siempre tan linda y coqueta, me regalaba sus mejores sonrisas y besitos volados mientras mi hermano a su lado, se jalaba las orejas y se burlaba de mí ametrallándome con su mejor arsenal de muecas. Finalmente, y para cerrar el cuadro familiar, estaba mi abuela, de rodillas y con los ojos en blanco, sumergida en un profundo trance espiritual, rogándole a Dios que me mantuviera siempre así limpiecito de todo pecado.

Así que ocupé muy piadoso el sitio que me correspondía, justo detrás de la niña más bonita de toda la Catequesis, quien con su primoroso vestido blanco y sus lacios cabellos negros se mostraba mas linda que cualquiera de los angelitos pintados en los cuadros de la iglesia. Obviamente yo la adoraba, y en mas de una ocasión le había ofrecido a Diosito solemnemente dejar de lado mis solitarias cochinadas si ella me hacia un poquito de caso, pero lamentablemente y por mas que me esmeré en llegar bien peinadito, escoger siempre mis mejores atuendos y realizar las bromas mas osadas de la Catequesis, la niña nada de pararme bola, ni siquiera una miradita lastimera, así que por lo general finalizando las charlas domingueras regresaba a mi casa frustrado y derrotado, directo a mi habitación donde buscaría consuelo sobre mi sufrido afiche, improvisando luego arrepentido… un par de oraciones expiatorias.

Justo después de darnos la paz, cuando el padre Marcelo alzaba el cáliz por encima de su cabeza y todos nos proponíamos a recibir el Santísimo Sacramento, hizo su entrada gloriosa el buen Polito, totalmente vestido de blanco también, aunque con una flor amarilla en la cabeza y unos macarios de cuero rojos que para nada hacían juego con el decorado celestial que lucia la iglesia. Todos los presentes enmudecimos mientras Polito de lo más afable y risueño cruzaba la nave central del templo taconeando fuertemente para ocupar su puesto de siempre en la banca de la primera fila.

El padre Marcelo decidió ignorarlo olímpicamente esta vez, y con voz ceremoniosa, invitó a todos los niños catecúmenos a acercarse al pulpito donde estaba él, para recibir el cuerpo sagrado de nuestro señor Jesucristo. Así que respetando el ensayo que habíamos tenido un día antes, nos fuimos poniendo de pie uno por uno, hasta formar una única fila hasta el altar. Mi madre, aprovechando su gruesa contextura y sus fuertes brazos se había abierto trocha entre la multitud de padres para colocarse en primerísima fila y capturar mediante una fotografía el preciso momento en que yo, su hijo menor, se consagraría de santo. Pero mala suerte la mía, justo cuando me encontraba a unos cinco niños del padre, el buen Polito que hasta ese momento se había comportado como un caballero, permaneciendo calladito y educado, decidió que ya bastaba de mantener aquel perfil bajo y se coló justo delante mío, y con las manos pegaditas y los ojos muy cerrados avanzó ceremonioso hacia donde estaba el padre Marcelo, quien de muy concentrado que estaba o de puro miope, no se dio cuenta de lo que sucedía, y fue así que segundos después mientras pronunciaba "Cuerpo de Cristo" fue Polito y no yo, quien sentía la tibieza de la hostia en su boca. !Válgame Dios Coño! gritó desesperado el padre, a la vez que el par de señoras beatas se arrancaban a capturar a Polito quien con todo y macarios rojos logró escapar victorioso del templo con mi hostia en el estomago.

Por supuesto que la carcajada en la iglesia fue general, y pasaron varios minutos para que se recuperara la calma y compostura en la casa del Señor, ya que luego del estrépito y las risas todos al fin se dieron cuenta del niño orejón que seguía parado en medio del altar con la bocota bien abierta. Fue en ese momento que el padre Marcelo, algo ya más calmado, me colocó un brazo en el hombro y me dijo bien despacito en el oído que me fuera a mi sitio nomás porque esa era la ultima hostia que le quedaba en el cáliz.

El silencio en el templo fue sepulcral y yo –con mi boca aun abierta y mis manitos aun juntas– opté por retirarme del pulpito y dirigirme no a mi sitio, sino a la puerta de salida detrás de Polito jurando que nunca mas regresaría a esa iglesia de mierda y que ni bien llegando a la casa agarraría mi póster de Giovanna Vélez y en venganza religiosa le metería dos viajes al hilo, pero fue en ese preciso instante de fugaz sacrilegio que la niña mas linda y piadosa de la Catequesis reparó al fin de mi presencia, y con una radiante sonrisa que iluminó la iglesia, corrió desde su lugar hacia donde yo estaba y depositó en mi mejilla un besito cariñoso que colmó mi cuerpo de sentimientos puros y bellos, todos en el templo se pusieron de pie para aplaudir divertidos aquella tierna escena, y mi madre quien desde hace largo rato esperaba con la cámara cuadrada, pudo al fin disparar el flash que registraría para la posteridad aquel momento de gloria que disfruto –como ahora– cada vez que me asomo al álbum viejo de fotografías...

PD: Escrito en Marzo del 2007.. Cuando todavía me gustaba escribir historias largas...

3 comentarios:

Gary Rivera dijo...

Jajajaja que forma de probar la fe del pobre cura jajajaj (bien hecho!) Yo le hubiera dado vino de misa para que afloje las cuerdas vocales o se duerma!! Jejejee. Un down gay? Mmm es la primera vez que escucho de un caso asi! Un personaje digno de una historia! Que será de la vida de Giovanna Velez! Era bien rica! Jajjaa lo cual nos hace hermanos de leche y poster!! Jajajaja
Jajajaja posición de somos libres! Jajajajaja que linda tu abuelita! Yo hubiera hecho lo mismo que tu hermano! Jajajaaj WOW en momentos asi me hacen dudar que de dios no existe! Jajajaja Ok, no te dieron la hostia, pero recibiste un besito! Jajajaja Me parece que saliste ganando!

Cinthya Castillo dijo...

Ya decía yo, esa manera de escribir no te la había leído hace mucho, a mi me encantan las historias con hartos adjetivos, te ayudan a imaginarte mejor las escenas.

Grande Polito, te salvó de la hostia, que a decir verdades es bien feita, lo digo por mi única experiencia, después de ella, no quise probar nunca más.

Anónimo dijo...

Que buena historia... La palabra aputamadrado hubiera venido perfecta en algún párrafo... Whatever